COP27: No dejes para mañana…

noviembre 22, 2022

Ha acabado la COP27 en la turística Sharm el Sheikj en Egipto y es hora de hacer balance de una COP que sólo pasará a la historia por el principio de acuerdo en el artículo 8 del Acuerdo de París, relativo al establecimiento de un fondo de «pérdidas y daños» (‘loss and damage’ en inglés) basado en el llamado Mecanismo de Varsovia de Pérdidas y Daños. Por otro lado parece claro que se ha avanzado poco en los compromisos para la reducción de los combustibles fósiles con una presidencia egipcia que ha sido señalada por su posible condescendencia con sus vecinos productores de petróleo de la península arábiga.

Vayamos por partes. Es cierto que el objetivo fundamental de esta COP27 radicaba en las negociaciones para desarrollar el mencionado artículo 8 y poder establecer el mecanismo de compensación por el cual los países más ricos y principales emisores deberían ayudar económicamente a los menos desarrollados a hacer frente a los daños que el cambio climático ya está produciendo. Esos países con menos recursos y situados fundamentalmente en el Sur Global no son los culpables del cambio climático porque históricamente sus emisiones han sido mucho menores que las de los países más desarrollados y sufren más las consecuencias del calentamiento global porque prepararse para ellas supone dinero que no siempre tienen. Los efectos del cambio climático ya se perciben por todo el planeta y son variados los países que necesitan de esta transferencia de apoyo. Por ejemplo Pakistán podría recibir apoyo para incrementar sus sistemas de control meteorológico y hacer frente y adelantarse a situaciones como las terribles inundaciones sufridas a mediados de septiembre o Madagascar, que sufre la primera hambruna achacable a las consecuencias del cambio climático, recibir apoyo alimentario y poner en marcha programas de restauración de sus bosques y mejorar la eficiencia de los cultivos del país. Ambos países podrían ser candidatos a este apoyo, pero alguien tiene que pagarlo.

Sin embargo, las experiencias previas sobre financiación climática de los países desarrollados hacia los países en desarrollo no es positiva. Recordemos que en la COP15 de Copenhague en 2009 se estableció el objetivo de movilizar 100 mil millones de dólares anuales de países desarrollados a países en desarrollo a partir de 2020. Estamos en 2022 y el texto final de la COP27 ha vuelto a señalar «la grave preocupación» por el hecho de que todavía no se ha cumplido el objetivo y se ha vuelto a instar a los «países desarrollados a alcanzar la meta».

Con la campana sonando anunciando el fin de la COP se ha alcanzado un principio de acuerdo para ese compromiso. Los esfuerzos de la UE con Frans Timmermans como negociador y Teresa Ribera como agente facilitador de acuerdos han ayudado a que la cumbre no concluyera en fiasco. La UE estaba dispuesta a no llegar a ningún acuerdo si éste rebajaba los acuerdos de la COP26 no manteniendo el respaldo al objetivo de 1.5 ºC y se repartiera la carga de ese esfuerzo de transferencia de financiación a los países menos desarrollados. Es evidente que la UE y otros países desarrollados como USA, Japón o Canadá tendrán que rascarse el bolsillo pero no tiene sentido que otros países que se han lucrado enormemente con la venta de combustibles fósiles sean considerados países en desarrollo o que a China, el mayor emisor mundial , se considere como tal y por lo tanto sean exonerados de contribuir económicamente. Al menos se han hecho algunos progresos con el denominado «Escudo Global» propuesto por el G-7. En definitiva está por ver en la siguiente COP si se avanza en concretar quién y cómo debe contribuir a este fondo, así como en la ambición porque los efectos del cambio climático se multiplican.

Una gran decepción para la ambición climática y que también supone un revés para la UE es que no se ha dado otro paso en la dirección que se comenzó en Glasgow con el llamamiento, por primera vez, a la progresiva eliminación del carbón y tampoco se ha entrado a fondo en llamarle a las cosas por su nombre, es decir, que se introdujera de manera explícita que la destrucción producida por los efectos del cambio climático y que genera un daño en aumento es producido por el uso de combustibles fósiles y la destrucción de la naturaleza. La energía baja en emisiones se ha puesto al mismo nivel que la energía renovable, sin dejar claro si también se está considerando al gas fósil. El gran lobby fósil (no sólo compañías, también países) ha impuesto la agenda y la presidencia egipcia no ha mostrado gran interés en cambiarla.

Al inicio de la COP27 la Organización Meteorológica Mundial confirmó que el planeta se ha calentado ya 1,1ºC desde la revolución industrial y que las emisiones aumentarán un 1% este año. Se espera que a este ritmo emisor el objetivo máximo de calentamiento que pretendía el Acuerdo de París se pueda alcanzar en 9 años, por lo tanto cada vez queda menos tiempo y evitar a la ciencia en los textos que se acuerdan sólo parece abocarnos a admitir que ese objetivo puede ser imposible y que caminamos como mínimo hacia una aumento de 2ºC que nos hará la vida muy complicada y casi imposible en inmensas áreas del planeta.

Por último una reflexión que tomo de este artículo del pasado año en el Financial Times donde se discutía si era necesario este formato de las COPs de manera anual, pues son muchos los críticos que consideran que buena parte del “circo climático” que se pone en marcha durante las mismas podría ser evitable, con todas las consecuencias que conlleva también desde el ámbito de las emisiones y el medio ambiente, dejando más espacio a la negociación técnica anual con un formato más centrado en ese debate y evitando que cada año se produzca esa reunión de masas. Quizás deberíamos aprender de lo que nos enseñó la pandemia con respecto a la reducción de movilidad sin pérdida de acción mediante una mejor conectividad. Por otro lado se disminuiría la influencia en las COPs de las grandes compañías emisoras reduciendo el espectáculo en la que se ha convertido en los últimos años. Como refieren desde el Oxford Climate Policy : «El circo ha crecido de manera bastante anárquica. Cada vez que había algo nuevo, lo añadíamos a las sesiones de negociación».

En definitiva, la COP 27 ha tenido algunos aspectos positivos como la vuelta de la USA de Biden y el Brasil de Lula a la aceptación de los principios del Acuerdo de París, que ni Trump ni Bolsonaro respetaban. La Unión Europea por su parte ha anunciado que está dispuesta a actualizar su contribución hasta alcanzar un 57% de reducción de emisiones para 2030. También se ha mantenido la referencia a la ciencia -y a las partes ya publicadas del último informe de evaluación del IPCC- así como a tener en cuenta los puntos de inflexión «tipping point».

Pero esta cumbre en Egipto no será recordada porque haya supuesto avances en la ambición y la lucha contra el cambio climático, más bien se rememorará como una cumbre descafeinada en resultados que recuerda al refrán «no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy» porque además cada vez tenemos menos tiempo para actuar.

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