Un año década

La Gran Vía desierta en el confinam,ento duro de abril

March 5, 2021

  Hace poco más de un año, a mediados de febrero de 2020 volvía de un viaje parlamentario por asuntos pesqueros a Guinea Bissau, había estado en 5 aeropuertos en poco más de una semana. Recientemente ,como cura de humildad ,he vuelto a ver varias grabaciones de las sesiones del Comité de Medio Ambiente y Salud, en el mismo Andrea Ammon, directora del Centro Europeo de Control de Enfermedades (ECDC) comparecía sin demasiada alarma ante la amenaza de la nueva enfermedad vírica proveniente de China. Yo mostraba en mi intervención un escepticismo tal que a día de hoy me sonroja .

Nos acercábamos a marzo, volvía al Comité la Dra Ammon ,  más preocupada, pero sin poder imaginar la magnitud de lo que que se venía encima. A los diputados italianos les habían impedido viajar por precaución y el Parlamento estaba ya medio vacío porque se habían restringido las visitas ,de tal manera que las tradicionales reuniones se trasladaban a las concurridas cafeterías de la Plaza de Luxemburgo que desbordaban de personas venidas de toda Europa. Se rumoreaba que podrían empezar confinamientos en los diferentes países de la UE, así que el jueves 12 de marzo ,a modo de despedida ,salí a pasear por la tarde lluviosa de Bruselas. Me flojeaban ligeramente las piernas, llevaba varios días sufriendo una cervicalgia combinada con cefalea que achacaba al ajetreo de tantos vuelos y al llegar a casa sentí una sensación de leve fiebre que desapareció con un simple ibuprofeno.

Tres días después, ya en mi casa en Lalín, llegó el confinamiento y a la semana empecé a darme cuenta de la pérdida casi total de  olfato. Había consultado con mi médico telefónicamente por si pudiera ser coronavirus ,pero hace un año sin presentar fiebre y sin tos no eras considerado candidato a pruebas diagnósticas ni que se pudiera padecer la COVID-19 . Pasados varios meses un test de anticuerpos me confirmó que yo había sido lo que luego se dio en llamar un asintomático. Tres semanas después ,ya totalmente recuperado físicamente pero asustado en medio de las restricciones duras mientras atravesamos el pico de víctimas de la primera ola , pude colaborar como enfermero en el Hospital de Segovia.

Ha pasado un año que es como una década en muchos sentidos y quizás no hayamos aprendido demasiado. Hemos repetido error tras error. Todos y cada uno de nosotros. Llegamos a creer de un modo muy católico que aquella larga pesadilla del confinamiento primaveral era la penitencia que nos permitiría volver a nuestra vida normal en cuestión de meses y así volvimos a engañarnos una y otra vez. Nos queda muchísimo por saber de este virus pero también de los efectos de una pandemia en nuestra sociedad. Por ejemplo aún nos falta mucho más por analizar desde las ciencias sociales acerca de cómo reaccionan las colectividades ante las limitaciones y restricciones  de lo que consideramos normalidad. Sabemos que hay quien se ha manifestado por considerarlas coartadoras de los derechos básicos, quien ha negado la existencia de una pandemia, que hay a quien le importaba un comino que se muriera gente o ciudadanos y ciudadanas que ejemplarmente seguía las instrucciones de forma obediente, en algunos casos  hasta el exceso. Múltiples posibilidades, pero no sabemos si hay patrones de comportamiento claros o si es posible extraer alguna conclusión  colectiva. Se analizará.

Por el medio innumerables desgracias. Decenas de miles de personas fallecidas. Sin un último adiós, sin despedidas ni duelos, tantas y tantas personas que se fueron sin unos mínimos cuidados dignos. Estamos agotados y el cansancio hace mella en nuestra sociedad, además  afrontamos la situación de ruina y desesperanza económica de multitud de familias. En estos meses hemos visto lo mejor y lo peor del ser humano. Los mayores ejemplos de fraternidad y las más desagradables manifestaciones de ruindad.

Se hace larga la travesía y se acumulan frustraciones. Los daños son enormes y van a quedar cicatrices profundas en varias generaciones . Pero también hay esperanza. La ciencia es la mayor de ellas ,nos ha enseñado que con recursos y apoyos puede avanzar a pasos de gigante en momentos durísimos. Las vacunas parecen milagros ,pero son obra del ingenio humano trabajando coordinadamente en muchos puntos del planeta . En este campo el año también se ha transformado en una década.

Cuando se analice esta grave crisis con perspectiva ,probablemente veremos errores inmensos pero también entenderemos que muchas decisiones impopulares y extremadamente duras eran necesarias. Valoraremos que los Estados hayan sido los garantes de la estabilidad demostrándonos que las instituciones fuertes son los pilares de la paz social y no el libre albedrío del mercado. En la respuesta económica esta crisis ha sido radicalmente diferente a la depresión financiera de 2008. La Unión Europea también ha destacado sirviendo de escudo protector y acordando en semanas o meses lo que antes se decidía en años. Todo ello a pesar de la gran polarización política y social existente ante la respuesta al coronavirus en buena parte de las democracias liberales.

Porque de democracia también tenemos que hablar: de lo importante que es tenerla, fortalecerla y mimarla.Tenemos que seguir hablando de la necesidad de aislar las propuestas populistas que tan nefastas resultaron a lo largo de nuestra historia. Es probable que con el control de la fuerza que caracteriza a los poderes totalitarios se hubiera librado una batalla aparentemente más ordenada contra esta pandemia. Hay ejemplos. Pero cuando termine esta pesadilla, el virus se marchará ,recuperaremos nuestras vidas poco a poco. En cambio miles de millones de personas que viven sin democracia seguirán sin Libertad. No lo olvidemos.

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