Europa batalla con EE.UU. con poca munición

ESTE ARTIGO FOI PUBLICADO EN La Voz de Galicia O 21 DE FEBREIRO. AQUÍ PODES LELO

La autora Mariana Mazzucato, de gran influencia en el establishment europeo, es una de las intelectuales que más ha abogado por concentrar esfuerzos públicos para lograr un fin de interés superior, las denominadas “misiones”, en clara referencia a los esfuerzos de la NASA por llegar a la Luna. En la UE, se han puesto en marcha también varias misiones en el campo de la investigación siguiendo ese modelo. Pero lo que nadie esperaba es que Joe Biden escogiera esta línea de financiación pública tan decidida en la Inflation Reduction Act (IRA) para cobrar impulso en la carrera por las tecnologías de la descarbonización.

La UE va detrás en la carrera digital, pero mantiene claros compromisos climáticos y liderazgo en la competición por las nuevas tecnologías limpias, lo cual le ha permitido reducir más de un 24 % sus emisiones de gases de efecto invernadero mientras su economía ha crecido más del 60 % desde 1990. No obstante, la propuesta norteamericana amenaza con disputar no solo el liderazgo tecnológico, sino con atraer también empresas del sector hacia el otro lado del Atlántico.

La carrera por la descarbonización es ahora una lucha encarnizada en la que la UE se juega buena parte de sus apuestas de futuro. Para hacer frente al envido americano, se precisa una respuesta europea clara, contundente y eficiente, evitando el proteccionismo y una guerra comercial que solo beneficiaría a China.

Ante el nerviosismo reinante no solo entre la jerarquía política, también en la industria, la Comisión Europea ha reaccionado de manera muy tibia presentando su Plan Industrial para el Pacto Verde, una iniciativa que carece de la fuerza suficiente en lo financiero y que corre el riesgo de generar un desequilibrio aún mayor en el mercado interior de la UE. Si a los países con más pulmón financiero se les permite dar más ayudas a sus empresas, la competición trasatlántica se trasladará a una competición interna desigual de indeseados efectos. No es un temor infundado: desde el inicio de la guerra en Ucrania, Alemania ha dado más ayudas de Estado (356.000 millones de euros) que el resto de miembros de la UE en conjunto (316.000 millones).

Para hacer frente a las medidas americanas, la Comisión Europea acaba de proponer usar los fondos disponibles del Plan de Recuperación, entre ellos los créditos que países como España ya se han adelantado a pedir, y reorientar otros instrumentos del presupuesto europeo para alinearlos con la necesidad de invertir en tecnologías limpias. Es decir, mucha creatividad, pero poco pragmatismo y ni un euro de nuevos fondos. Además, las ayudas que EE.UU. propone a las empresas son de asignación rápida, sin demasiada burocracia, todo lo contrario a lo que sucede a este lado del Atlántico, donde las empresas europeas se ven forzadas a transitar por un laberinto de instrumentos financieros y de reglas burocráticas que con frecuencia las hacen desistir de las ayudas. Un riesgo evidente es que esas ayudas, que buscan estimular nuevas tecnologías de descarbonización, acaben en manos de gigantes del sector fósil o del sector eléctrico y no lleguen de verdad a las pymes europeas que están invirtiendo en innovación. La UE goza de un ecosistema de start-ups y pymes en este campo que, de no mediar cambios, pueden iniciar su migración hacia USA.

La UE debe ser más firme y decidida, mejorar la gobernanza en cuanto a sus fondos públicos con objetivos globales y de alcance transnacional. No podemos repetir errores del pasado, como los cometidos a principios de siglo cuando la apuesta inicial por tecnología solar propia, fue seguida de un progresivo abandono para acabar dependiendo de las importaciones de China. Una amenaza que ya empieza a sentirse en el campo de los electrolizadores, el elemento clave para producir Hidrógeno. No tropecemos dos veces en la misma piedra.

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