La Comisión Europea presentó a principios de julio su esperado Acto Delegado sobre el Hidrógeno de bajas emisiones en carbono, un texto técnico —pero con grandes implicaciones políticas— que ahora se debate en el Parlamento Europeo y en el Consejo.
El debate de fondo no está únicamente el diseño de un instrumento regulatorio, sino la definición misma de qué camino quiere seguir la Unión para cumplir su promesa de alcanzar la neutralidad climática en 2050. ¿Apostará la Unión Europea por un hidrógeno que realmente reduzca sus emisiones, o corremos el riesgo de introducir un atajo que las prolongue?
Un H2 bajo en carbono que respalde nuestra ambición climática
El hidrógeno se ha convertido en una pieza clave del Pacto Verde Europeo. Su potencial se centra en ofrecer soluciones para aquellos sectores difíciles de electrificar y descarbonizar, como la aviación, el transporte marítimo o las industrias del acero y el cemento, entre otras. En 2023, la Unión Europea estableció el primer marco regulatorio a nivel global para impulsar el hidrógeno renovable con los Actos Delegados de RFNBOs, que ahora se complementa con un nuevo Acto Delegado que establece la metodología para producir hidrógeno bajo en carbono.
Por lo tanto, nadie discute que el H2 formará parte del futuro energético europeo en mayor o menor medida. La cuestión de fondo es qué impacto real tendrá en la reducción de CO₂ y qué tipos de hidrógeno cumplen con esa función. La clave está, como siempre, en los detalles.
Quienes defienden el nuevo Acto Delegado recuerdan que, sin un impulso para el hidrógeno bajo en carbono, el volumen de hidrógeno producido en Europa será insuficiente para desarrollar el mercado y cubrir la demanda prevista para los próximos años. Es cierto: Europa necesita más hidrógeno. Ahora bien, este crecimiento de producción no debe lograrse a costa de erosionar el papel central del hidrógeno renovable.
El nuevo Acto Delegado responde a este compromiso de expandir la producción de hidrógeno, pero un mal diseño puede hacer peligrar todo el marco del H2 Europeo.
Si el método para definir el “hidrógeno de bajas emisiones” se relaja en exceso, lo que se conseguirá no es facilitar su producción, sino dificultar los proyectos verdaderamente limpios, es decir, aquellos que producen hidrógeno renovable o electrolítico de bajas emisiones conforme a criterios transparentes y basados en la ciencia. Lo que debería ser un instrumento para estimular la descarbonización podría acabar por destruir los actuales proyectos pioneros de hidrógeno renovable, y socavar la confianza de inversores que quieran desarrollar nuevos proyectos.
El Acto Delegado debe introducir un equilibrio justo entre el hidrógeno renovable y el hidrógeno bajo en carbono que complemente — y no sustituya— al primero. Esta es la condición principal para preservar la coherencia política del hidrógeno en Europa.
La seguridad energética europea también podría estar en peligro.
En su reciente discurso sobre el Estado de la Unión, la presidenta de la Comisión Europea Úrsula Von Der Leyen afirmó que “estamos (Europa) en el camino hacia la independencia energética”. En este sentido, el hidrógeno se presenta como un instrumento tanto climático como geopolítico.
Sin embargo, conviene recordar que actualmente el 96% del hidrógeno que se produce en la UE se obtiene a partir de gas natural. Aunque técnicamente podamos capturar y almacenar ese carbono y vender el hidrógeno resultante como ‘hipo-carbónico’, el Acto Delegado no debe convertirse de facto en una coartada para prolongar el uso del gas fósil en Europa.
Solo el hidrógeno renovable y el hidrógeno electrolítico de bajas emisiones pueden blindar a la Unión contra la volatilidad de los mercados internacionales de gas y contra los riesgos geopolíticos que acompañan a esa dependencia. Un nuevo marco más laxo socavaría la seguridad energética y la competitividad europea.
Aprovechemos la oportunidad
El mensaje desde el Parlamento debe ser claro: el hidrógeno en Europa debe servir para reducir emisiones, no para añadir nuevas. Si no hay abatimiento, ¿para qué lo queremos? Debemos garantizar que la misma exigencia de rigor, trazabilidad y ciencia climática se aplique tanto al hidrógeno bajo en carbono como al renovable. Sin esta coherencia, la credibilidad de la estrategia del hidrógeno se verá comprometida.
El hidrógeno puede ser la palanca para la independencia y la descarbonización de Europa. Pero existe el riesgo de que se convierta en un caballo de Troya del gas fósil. De la firmeza del Parlamento Europeo y el Consejo dependerá qué historia contemos dentro de diez años.