El eurodiputado socialista Nicolás González Casares analiza los motivos por los que no cree que Trump tenga "claros incentivos" para finalizar la guerra en Ucrania y el papel que está jugando la UE en un conflicto con importantes repercusiones económicas
“Drill, baby, drill” (perfora, chico, perfora). Esas eran las palabras de Trump en su campaña electoral. Prometiendo un período de expansión de la industria fósil norteamericana en medio de una emergencia climática producida por la quema de esos mismos combustibles. Nada sorprendente para quien ha decidido retirar a Estados Unidos de los Acuerdos de París como ya hiciera en 2020.
Otra de sus promesas más relevantes fue que en sus primeras 24h en la Casa Blanca terminaría con la guerra en Ucrania. El fin de una guerra, si además de rápido es fruto de una negociación justa, no puede ser más que una buena noticia para el mundo. Supongo que casi todos deseamos de un modo u otro el fin de ese conflicto, posiblemente todos menos Putin.
Pero me temo que, en vista de la política del “Drill baby drill”, sus esfuerzos por finalizar de manera inmediata la guerra serán el primer incumplimiento de Trump. Pues su deseo de inundar Europa con gas natural licuado (GNL) americano choca con las posibilidades del fin de la agresión rusa a Ucrania.
Desde el comienzo de la guerra, la compañías gasistas de la UE han reducido drásticamente sus importaciones de gas ruso de una manera dolorosa en términos económicos (cabe recordar que los contratos de compra y venta se producen entre compañías, no entre países). La ciudadanía y las empresas lo han pagado en forma de precios elevadísimos que afectan también al precio mayorista del mercado eléctrico y que contribuyeron al alza de la inflación entre 2021 y 2024.
Primero, fue Rusia quien limitó los envíos a través de sus gasoductos y, posteriormente, fueron las sanciones al régimen de Putin las que llevaron a esa caída de las importaciones.
Para seguir surtiendo sus necesidades de gas, la UE buscó socios y partenariados por todo el planeta a través de sus compañías gasistas. Diversificando su antigua dependencia de Rusia, rebajando su consumo de gas fósil y acelerando el desarrollo de renovables.
De entre los países proveedores de GNL a la UE uno de ellos emergió de manera destacada: Estados Unidos. Quien potenció su capacidad extractora de gas de fractura para enviarlo en barco a una Europa que lo necesitaba para cubrir su demanda. Si en 2019 las importaciones de GNL desde EEUU sólo representaban el 18%, en 2023 alcanzaron el 46% del total.
Supongo que casi todos deseamos de un modo u otro el fin de ese conflicto, posiblemente todos menos Putin
Está claro que cualquier decisión que conlleve el fin de la guerra vendrá acompañada de alguna concesión a Putin y no se conformará únicamente con pedacitos de Ucrania . Esto no quiere decir que Europa y sus compañías gasistas vayan a volver a confiar en Rusia como principal proveedor, pero sin duda el gigante euroasiático querrá poner en marcha de nuevo gasoductos ahora vacíos y vender su gas fósil a la UE para recuperar parte de los ingresos perdidos durante estos años.
Esa necesidad rusa colisiona con la presión que los norteamericanos están llevando a cabo para vender más y más GNL a Europa. Baste recordar cómo Trump ha amenazado a la UE afirmando que “o nos compran más gas o aranceles hasta el final”.
Porque es preciso recordar que el GNL importado desde EEUU es bastante más caro debido a los costos adicionales asociados con la licuefacción, transporte marítimo y regasificación que el que llega a través de los múltiples tubos que conectan Europa con Rusia. Y eso lo sabe Trump perfectamente.
No hay que echar mucho la vista atrás: durante el gran confinamiento buena parte de la industria norteamericana del “fracking” colapsó y numerosas empresas tuvieron que cerrar por falta de rentabilidad, ante la abundancia de gas en el mercado por la baja demanda existente.
Por lo tanto, no parece evidente que Trump tenga claros incentivos para finalizar la guerra en Ucrania. Las compañías extractoras de EEUU venden cada vez más GNL a las gasistas europeas, pero de fondo se enfrentan a las políticas europeas de transición energética que aspiran a que los 27 reduzcan su demanda de gas fósil en un 30% desde 2021. En consecuencia, la tarta a repartir se hace cada año más pequeña.
Además, en 2024 Rusia recuperó terreno y aumentó sus exportaciones a la UE lo que puede haber contribuido a encender las alarmas al otro lado del Atlántico. Por otro lado, los fondos de los 27 financian la compra de armamento para que Ucrania se defienda y, en buena medida, esos suministros son satisfechos por empresas estadounidenses en otra forma de drenaje de dinero europeo hacia nuestro, al menos hasta ahora, tradicional socio transatlántico.
Por lo tanto, a priori, parece claro que los deseos de paz no tienen un saldo económico positivo para el país norteamericano (lo que deja de ingresar por gas y armas es más de lo que gasta en apoyar a Ucrania ). Aunque sin lugar a dudas, Trump puede sorprender.
Con sus recientes amenazas de mayores aranceles a los productos europeos si decaen sus exportaciones de GNL hacia el otro lado del Atlántico, en realidad puede estar tratando de buscar su famosa “palanca” de negociación, explicitando a Rusia y a la UE un marco sobre el que discutir: si EEUU va a comprometerse por la paz en Ucrania será, entre otras condiciones, con GNL norteamericano fluyendo hacia Europa.
Este artículo fue publicado originalmente en Demócrata el 27/01/2025