La Transición Digital al galope

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Acabo de aterrizar en Bruselas. Enseño mi código QR al llegar, preceptivo para mi entrada en el país. El Gobierno belga ya sabe de mí, de dónde provengo y dónde buscarme si en mi avión o en mi entorno hay casos de COVID-19. Si me paran por la calle y mi código indicaba cuarentena podrán multarme conforme a las normas establecidas en el país. Esta es una prueba de cómo avanza la digitalización casi diariamente y cómo sus avances se van implantando en nuestra cotidianidad.

La digitalización estaba en marcha ya antes de la pandemia, pero sin duda el virus la ha acelerado. Como si se tratara de una fusta, la covid-19 la ha puesto al galope y se espera que en lugar de calmarse se desboque todavía más.

En la mayoría de los aspectos de nuestras vidas hemos visto nuevos avances digitales desde el pasado mes de marzo, cuando los confinamientos se empezaron a imponer a lo ancho de las zonas templadas del hemisferio norte. Hemos teletrabajado; nos hemos comunicado con nuestras familias y amistades con herramientas que ni conocíamos; hemos comprado online lo que nunca se nos habría imaginado. La educación ha pasado a ser a través de medios digitales que en un futuro no muy lejano nos parecerán arcaicos, nuestros teléfonos nos han servido para pedir el menú en restaurantes y hemos pagado con nuestras tarjetas  “contactless” cantidades que antes pagábamos con unas pocas monedas.

Este paso acelerado no se detiene y nuevas tecnologías están a la vuelta de la esquina. La transición digital se nos desboca y puede llevarnos por delante. No sólo en lo que a nuestras actividades comunes se refiere: nuestras empresas y administraciones en Europa pueden verse cada vez más dependientes del poder de tecnológicas establecidas en otros continentes. Hace unos días mantenía una reunión con Abraham Liu, CEO de Huawei en Europa, y coincidíamos en una cuestión relevante: pasamos mucho tiempo hablando de 5G y  China olvidando que las grandes potencias tecnológicas que tienen gran parte de nuestros  datos son norteamericanas. Las GAFA, (acrónimo de Google, Amazon, Facebook y Apple) saben más de nosotros que muchos miembros de nuestra familia. A pesar de esa coincidencia con el ejecutivo de la tecnológica asiática, no podemos obviar que China aspira a lo mismo que esas gigantes americanas con Tik Tok o Alibaba, pero con un control estatal impensable en una democracia como la de USA.

Ante esta situación de digitalización acelerada la UE tiene que reaccionar, no simplemente mirar  a un lado y a otro, y en consecuencia una buena parte de los recursos del Plan de Recuperación deben ir destinados a este fin. No sólo hay que avanzar, sino también romper y reducir la brecha digitale, que puede dejar atrás a buena parte de nuestra sociedad. Debemos fortalecer y apoyar a nuestro emprendimiento digital, y para ello, como hemos visto en estos meses, la creación de entornos digitales favorables en nuestro sistema educativo es uno de los puntos fundamentales.

Europa debe actuar unida defendiendo su mercado único y entendiendo que los datos recogidos por las grandes tecnológicas también forman parte del mismo; por lo tanto, se deben establecer de manera decidida ámbitos de soberanía digital que vayan más allá de la privacidad personal. No se trata de un proteccionismo digital sino de equilibrar el campo de juego y mantener el control de elementos valiosos. Debe preocuparnos que nuestros datos estén almacenados físicamente fuera de nuestras fronteras y los riesgos que eso supone ante posibles conflictos.

La digitalización cabalga desbocada. Es una transición vertiginosa que ya está produciendo desigualdades en nuestras sociedades. Todos los beneficios digitales vienen acompañados de nuevos riesgos cibernéticos, e incluso debemos poner barreras que protejan nuestros sistemas políticos, pero hay que subirse a ella y tomar las riendas.

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