Imagen aérea del Puerto de Rotterdam con aprovechamiento solar y eólico en sus infraestructuras
En el Pleno del Parlamento Europeo de septiembre aprobamos la posición de la cámara europea para revisar al alza los objetivos de consumo de energía renovable en la UE teniendo en el horizonte el año 2030 en el que, según la Ley del Clima, tendremos que alcanzar una reducción de emisiones de gases de efecto invernadero de al menos el 55%. Por lo tanto, la Comisión Europea como el Parlamento coinciden en que el consumo final de renovables debe ser de un mínimo del 45% para el final de esta década. En este artículo explicaba los principales puntos de la Revisión de la Directiva de Renovables.
El 45% para 2030 es un objetivo realmente ambicioso si tenemos en cuenta que en 2020 pasamos el aprobado raspado en Europa al cumplir con el objetivo del 20%. Por lo tanto, en una década debemos ir más allá de doblar esa marca, y para lograrlo se necesita un esfuerzo titánico. Vivimos en una emergencia climática que da la cara cada vez de una forma más aguda con consecuencias cada vez más palpables y previamente alertadas por los científicos, este verano ha sido el más cálido de la historia de Europa desde que existen registros. El cambio climático es una crisis estructural a la que debemos hacer frente mediante la descarbonización de nuestro modo de vida. Además, ahora hemos de sumarle una crisis energética coyuntural por la invasión rusa de Ucrania, nuestra dependencia de los combustibles fósiles ha mostrado una de nuestras mayores debilidades como sociedad. Europa importa aproximadamente el 60% de la energía que consume. Tras el golpe de la pandemia, la UE ha comenzado a debatir intensamente sobre la necesidad de aumentar nuestra independencia estratégica, que pasa necesariamente por abandonar progresivamente los fósiles que consumimos y aumentar nuestra producción de energía renovables autóctonas, así como promover en la UE toda la cadena de valor asociada.
Aumentar la generación renovable de forma masiva ya no es un problema tecnológico y, aunque se necesitan grandes inversiones, tampoco es un problema económico, pues la generación a través del agua, viento y sol han demostrado ser mucho más baratas. Si hubiéramos avanzado más en los últimos años hoy no temeríamos tanto que el gas ruso no fluya como antes hacia la UE. El mayor problema para el despliegue de capacidad de producción renovable está ahora en la tramitación de permisos y la aceptación pública de las renovables. Para acelerar la transición energética en estos momentos de crisis la Comisión Europea lanzó en mayo REPowerEU que incluía nuevas enmiendas a la Directiva de Renovables relativas a los procesos administrativos y concesión de permisos.
En un próximo artículo desgranaré los desafíos en este ámbito conjugados con la necesidad de una planificación espacial, diálogo con el territorio y la necesidad de respeto medioambiental. Pero ahora me centraré en algunos de los elementos que he presentado como enmiendas a la propuesta y que ahora tendremos que discutir en el proceso de negociación parlamentaria que iniciamos.
La eficiencia energética se mejora cuando la energía - en este caso electricidad- se consume cerca del lugar donde se produce. Así mismo, a día de hoy tenemos ya muchas estructuras artificiales (e infraestructuras) en el territorio que consumen energía que ya ocupan un espacio que ha sido desnaturalizado. Un despliegue renovable en esas zonas no plantea problemas en relación a otros usos con los que pudieran competir y tiene un impacto medioambiental y/o paisajístico reducido. Por lo tanto, aunque las posibilidades de instalación renovable en esas infraestructuras puedan no ser masivas, sí que presentan un gran potencial de despliegue de renovables de manera distribuida, por tanto, más eficiente y democrática, aliviando la necesidad de búsqueda de zonas que puedan ser menos propicias en otras partes del territorio. Además, la posibilidad de utilizar estas infraestructuras puede ser económicamente interesante para los propietarios/usuarios.
¿De qué estamos hablando? Pues, teniendo en cuenta la inicial figura ya existente de “comunidades energéticas”, aprovechar nuestros polígonos industriales, zonas portuarias, tramos de autopistas, aparcamientos, balsas de agua ,etc para producir energía renovable, minimizando los impactos sobre el territorio y aumentando la eficiencia energética. Esto que ya se empieza a realizar en muchos lugares de Europa debe ser sistemático y estar presente en la principal norma UE de este sector que es la Directiva de Energías Renovables. Para ello debemos promover en su articulado que se facilite en las infraestructuras existentes la implantación de estas instalaciones renovables, simplificando el proceso de concesión de permisos y eliminando anomalías como “el impuesto al sol”, vigente en España hasta 2018. Por otro lado, también se deben incorporar a las obligaciones de planificación, para la producción renovable, las nuevas infraestructuras de este tipo que se vayan a crear. Por ejemplo, si se va a desarrollar una área industrial ,bien sea pública o privada, se debe analizar el potencial renovable de sus estructuras artificiales, así como las tecnologías que mejor se adapten. Tras ello, estas infraestructuras pasarán a ser consideradas zonas propicias para proyectos renovables, con la simplificación administrativa asociada a ello. Es decir, se fomenta y facilita que desde la concepción de la infraestructura se tenga en cuenta cómo se puede obtener rendimiento energético renovable. Además de conseguir una generación de energía limpia “in situ” con el consiguiente ahorro a medio y largo plazo, mejoraremos su huella de carbono, la competitividad y probablemente de esta manera se abran nuevas oportunidades de negocio y empleo.
Por lo tanto en esta propuesta que introduzco como ponente del Grupo Europeo de Socialistas y Demócratas a través de diversas enmiendas se busca reglar y fomentar algo que ya se empieza a experimentar. El día de mañana tendremos que alimentar numerosos puntos de recarga eléctrica para nuestros medios de transporte que se pueden tomar energía en una proporción de las propias autopistas por las que circulamos porque dispongan en algunos tramos de turbinas eólicas o paneles solares o que la electricidad generada en momentos de baja actividad como los fines de semana por las placas solares o las turbinas eólicas de una zona industrial alimenten sistemas de almacenamiento para usar esa electricidad cuando esté más cara y generar ahorros adicionales a la vez que se mejora la seguridad y flexibilidad del sistema. Las posibilidades son enormes, sólo hay que explotarlas.