Las estrategias europeas de Integración del Sistema Energético y del Hidrógeno en el camino hacia la descarbonización (I) : El futuro del gas

abril 22, 2021

En los últimos meses en Bruselas se han discutido ,y se seguirá haciendo,de manera paralela dos dosieres de gran importancia para el futuro energético de la UE en el camino hacia un nuevo modelo de economía descarbonizada. En un contexto de una Unión Europea comprometida con la neutralidad climática para 2050 y con la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) en al menos un 55% para 2030, trazar las grandes líneas estratégicas es fundamental para dar confianza a las billonarias inversiones que van a ser necesarias.

Se trata de la Estrategia Europea de Integración del Sistema Energético,en la que represento como ponente alternativo al Grupo Europeo de Socialistas y Demócratas y por el otro la Estrategia Europea del Hidrógeno. Ambos documentos se entrecruzan por lo que el trabajo estrecho entre los diferentes ponentes y los grupos de interés (Comisión Europea, lobbies empresariales, ONGs, Think Thanks ,etc) ha sido intenso, falta avanzar cara al voto final en Pleno y hay asuntos que aún se discuten, aunque ya vale la pena destacar algunas cuestiones claves para entender mejor cuáles son los puntos calientes y por qué son elementos de gran interés para el futuro de la UE.

Por un lado en la Estrategia de Integración del Sistema Energético nos encontramos con el desafío de avanzar en el cambio de un modelo basado en la combustión de fósiles hacia uno descarbonizado con una mayor electrificación y de producción predominantemente renovable. Durante esa transición vamos a contar con múltiples alternativas de generación que necesitarán acoplarse de manera inteligente para avanzar de un modo eficiente reduciendo consumo energético y emisiones de un modo seguro y al menor coste. Entre las alternativas que se vayan imponiendo de cara al futuro probablemente habrá ganadores y perdedores, pero es de esperar que el consumo de fuentes de energía fósiles se vaya apagando en función del grado de maduración y capacidades de las energías descarbonizadas que se vayan desarrollando e instalando.

Paralelamente cuando nos referimos a la integración de un sistema energético inteligente que progrese abandonando los combustibles fósiles también nos estamos refiriendo a avanzar hacia una menor dependencia energética de Europa con respecto a terceros países, así como en un aumento de la seguridad energética .Una mayor electrificación, con mejores interconexiones, significaría también avanzar en ese camino, ya que es donde más capacidad de abatimiento de emisiones hay de manera coste-eficiente.ı

Una de las grandes discusiones a la que asistimos reiteradamente es el rol que jugará el gas natural en la actual transición energética hacia la neutralidad climática en 2050. Parece claro que tendrá un papel destacado, ya que no resulta viable cesar aceleradamente en el uso del carbón sin tenerlo en cuenta ,pero no es menos cierto que deberá ser abandonado progresivamente . El gas fósil actualmente es un elemento esencial en nuestra economía (en 2020 representó el 20% de la generación eléctrica en la UE), da energía a la industria pesada que no puede usar electricidad ,calienta las edificaciones y puede ser utilizado en movilidad. Alrededor del 20% del consumo final proviene del gas natural. A favor del gas juega que su combustión genera menos emisiones de gases de efecto invernadero que los derivados del petróleo y por supuesto que el carbón (el gas fósil emite alrededor de un 50-60% menos de CO2). Su precio no es excesivo y se mantiene bastante estable. Pero desde luego no podemos olvidar que emite gases de efecto invernadero , su uso no es precisamente inocuo para el calentamiento del planeta . Además, la dependencia externa de gas que soporta la UE (del 89% en 2019) es más que conocida con los riesgos geopolíticos que entraña. Por otro lado invertir en gas fósil y en nuevas infraestructuras para su transporte al tiempo que sabemos que a mitad de siglo la huella de carbono de Europa debe ser neutra es correr riesgos de quedarnos con activos varados que lastren la descarbonización y al mismo tiempo secuestrar hasta el bloqueo potencialidades de inversión que podrían ser dirigidas a alternativas limpias.

El asunto del rol que jugará el gas natural entronca directamente con el futuro del Hidrógeno tan en liza actualmente. Un gas abundante, ligero y limpio que se transforma en energía y agua al quemarse pero que prácticamente no existe de manera libre en nuestro planeta, por lo que para aislarlo es preciso gastar importantes cantidades de energía. A día de hoy la mayor parte del Hidrógeno se produce a partir de gas fósil (H2 gris) en un proceso que genera importantes cantidades de CO2, aunque más limitadas que si se usara petróleo o carbón (H2 negro) . Una de las estrategias para economizar la producción de hidrógeno, reclamada especialmente por el sector del gas, es el fomentar y crear un mercado de hidrógeno asequible en un tiempo razonable utilizándolo masivamente. El debate está en qué tipo de producción de hidrogeno y con qué estándares de emisiones se debe fomentar. Para evitar que se escapen a la atmósfera las emisiones asociadas al proceso ,como sucede actualmente en la producción de Hidrógeno industrial ,se proponen tecnologías de captura y almacenamiento del CO2 (CCS por sus siglas en inglés), consistentes en recoger parte del CO2 producido en el proceso e inyectarlo en el subsuelo para evitar su liberación a la atmósfera. Se conseguiría de este modo un hidrógeno con bajas emisiones directas a la atmósfera (H2 azul) .A día de hoy no es una técnica madura y hay muchas incógnitas por responder , además de ser muy costosa en términos económicos que sólo la harían rentable con bajos precios de gas natural y unos elevados precios del CO2 en los mercados de carbono como el Sistema de Comercio de Emisiones en Europa (EU ETS por sus siglas en inglés). Según la Comisión Europea, sería necesario un rango de precios de entre 55-90 Euros por tonelada de CO2 para que el hidrogeno azul fuera competitivo. Además, en este punto surge un debate sobre en qué sectores se debería fomentar el consumo de hidrógeno. De nuevo, el sector del gas está a favor de que pueda ser usado en la industria, la movilidad o en la calefacción del sector de edificación, en este caso mezclado con gas natural usando las redes existentes. Parece pues una apuesta que puede beneficiar al sector gasista actual, el Hidrógeno producido con su gas natural pasa a ocupar espacios de otros combustibles fósiles tradicionales e incluso podría introducirse en el sector de la movilidad de un modo muy intenso con los coches o trenes con pila de combustible .

Por otro lado, dentro de esa amplia gama de colores que se usan para categorizar el tipo de Hidrógeno en función de su proceso productivo se halla también el denominado H2 verde, que es aquel obtenido a través de energías renovables mediante hidrólisis. De tal manera que usando electricidad renovable se produciría hidrógeno sin emisiones asociadas. La ventaja de transformar la energía eléctrica en H2 radica en la posibilidad de utilizar electricidad renovable sobrante que no se podría almacenar en el momento de ser generada para producir un vector energético que sí puede almacenarse masivamente. , Como este H2 sería limitado y su producción dependería de la capacidad de generación renovable, de por sí oscilante y discontinua, presenta varios condicionantes. El primero de ellos es la maduración de las técnicas de hidrólisis para su uso a gran escala reduciendo costes del proceso y el otro ,fundamental, es que precisa grandes cantidades de electricidad adicionales (incluidos los vertidos), lo que requiere un gran despliegue renovable con todos los problemas que conlleva el desarrollo masivo de capacidad de generación solar y eólica. Por lo tanto, los defensores del H2 verde consideran (consideramos) que el uso del Hidrógeno debe ser limitado a aquellos sectores “difíciles de descarbonizar” mediante electrificación como pueden ser actividades industriales como la producción de acero o de cemento y su uso en el sector de la movilidad en aquellos medios en los que las baterías eléctricas presentan mayores dificultades para su desarrollo como la aviación o el transporte marítimo. Una de las ventajas a priori del H2 verde sobre el azul es su independencia de los combustibles fósiles, y también podría ser su coste de producción ,pues la eólica y la solar están demostrando ser imbatibles en este aspecto y no tendría que soportar los costes del CO2 del ETS.

Así pues la batalla se presenta intensa y no parece sencillo elegir un camino único sin atender a todos los matices. A priori la lógica más “eco” invita a pensar que una mayor electrificación de origen renovable y el uso del H2 para aquello que tiene difícil solución electrificada parecen las soluciones adecuadas para hallar una respuesta más compatible con los objetivos del Pacto Verde Europeo y con nuestros compromisos climáticos que seguir invirtiendo en gas fósil. Tampoco deberíamos olvidar otras opciones que también ,sin duda querrán ocupar su espacio en el terreno de juego del sector energético en transición hacia la descarbonización en Europa. La primera de ellas es la posibilidad de conseguir H2 a través de la energía nuclear (también denominado H2 púrpura) , obteniendo un hidrógeno sin huella de CO2 en su producción, pero con todos los condicionantes de la energía nuclear. Es preciso recordar que países como Alemania o España se han comprometido a cerrar ordenadamente sus centrales (la nuclear representó el 11% y 22% de la producción eléctrica de estos paises en 2020, respectivamente), pero esta alternativa seduce a países como Francia, Eslovaquia o Finlandia, con un 67%, 54% y 34% de generación de origen nuclear en 2020, respectivamente, que la potencian en su mix energético. Es evidente que todos estos matices y esta conjugación de intereses en buena medida encontrados tienen que ir hallando respuestas en los próximos meses . Desde luego es imperioso para la UE establecer normas y clarificar legislativamente los tipos de Hidrógeno posibles con sus estándares y condicionantes, porque se van a dirigir a su producción miles y miles de millones de euros de inversiones privadas y públicas en los próximos lustros. La próxima revisión de la Directiva de Renovables debe clasificar de manera clara qué es lo que se va a considerar H2 Verde si de verdad se quiere avanzar en este campo y no caer en tentaciones que directamente llevan al “greenwhashing” y a la frustración en la lucha contra el cambio climático.

Pero en la Integración del Sistema Energético en Europa de un modo inteligente no es sólo un asunto sobre gas fósil o hidrógeno. Dentro de las posibilidades que deben jugar un papel importante ,la producción de los denominados biocombustibles avanzados y el biogás sostenible están llamados a jugar un papel importante en la descarbonización. Lo cierto es que la producción de biogás a través de residuos aún tiene un gran camino por recorrer , favorece la economía circular y puede ser potenciador de las economías locales a nivel de municipalidad con el aprovechamiento de los residuos del ciclo del agua o en entornos rurales de alta producción agroganadera aprovechando desechos . Integrar estas producciones locales bien sea en la producción de electricidad , en la movilidad de vehículos o en “distritos de calor” es algo que debe ser fomentado pues su compatibilidad con las políticas climáticas es máxima, evitando además la liberación de importantes cantidades de metano a la atmósfera . Cabe destacar que la Estrategia Europea del Metano también está iniciando su discusión en estos momentos en el Parlamento Europeo.

Sin duda muchos elementos a considerar que están dibujando el futuro del sector del gas en Europa para los próximos años. De las decisiones que se vayan tomando, de las alternativas elegidas debería ir conformándose un panorama compatible con los objetivos de neutralidad climática de la UE para 2050 y que por falta de ambición no contribuya a perpetuar el uso masivo de combustibles fósiles. Una tarea continua que tendrá ensayos y errores con sus costes asociados pero que debemos llevar a cabo de la manera más eficiente, para el planeta y para nuestros bolsillos.

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